El mal tiempo.
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El mal tiempo ha provocado el deseo de contar con rejillas más resistentes, y reducir su tamaño podría ser la respuesta.
¿Recuerdas cuando el huracán Sandy diezmó la costa este de los Estados Unidos en 2012? Esta tormenta colosal afectó a cerca de 50 millones de personas, restringiendo o cortando su acceso a agua limpia, transporte público y energía.
Para muchos, fue una llamada de atención que la forma en que se produce la energía hoy en día necesita ser reconsiderada. Como resultado, ahora hay muchas más personas, incluidos los políticos, que abogan por la resiliencia.
Estas personas no solo quieren sobrevivir a un desastre ocasional, sino que también quieren fortalecer la red. Un informe reciente de la Casa Blanca titulado “Beneficios económicos de aumentar la resistencia de la red eléctrica a interrupciones climáticas” define dicha red como aquella cuyas interrupciones afectan a menos personas, por períodos más cortos de tiempo.
Una buena manera de abordar este problema es la creación de microrredes o “islas”. Estas son redes más pequeñas que esencialmente pueden desconectarse de la red grande, o macrored, y ejecutarse de forma independiente para suministrar energía. Sin embargo, para ser efectivas, tales microrredes deben ser adaptables y capaces de funcionar con una variedad de fuentes de energía.
En otras palabras, no debes diseñar una red que funcione únicamente con combustible diesel y energía solar. Una mejor idea es construir uno que pueda usar estas dos fuentes, así como el viento y el gas natural. De esta forma, administrar micro redes es como administrar una cartera de inversiones; La diversificación es clave.
Ya puedes ver ejemplos de estas redes más pequeñas en todo Estados Unidos, y son especialmente comunes en áreas que ya experimentan condiciones climáticas adversas. De hecho, en el año 2015, había 300 microrredes en el país, y muchas más actualmente en construcción.